2010
Recuerdo de cuando tenía 18 años y no tenía mucho tiempo de haber salido de vivir de la casa de mis padres. Como no conocía a mucha gente en Ciudad de México, y unas amigas me habían ofrecido alojamiento por un mes en lo que encontraba lugar. Recuerdo que esos primeros años no me hallaba fácilmente en algún lugar para vivir, el primer lugar fue un convento de monjas, duré 8 meses ahí, fue muy curioso por la diversidad socioeconómica que había en ese lugar. Desde chicas que estudiaban en escuelas privadas y muy caras de México, elitistas, burguesas; también podías ver a las chicas que estudiaban y trabajaban para sostener sus estudios de las cuales llegué a conocer a algunas sumamente inteligentes con unas ganas muy grandes de salir adelante, y luego estaban las chicas que venían de condiciones marginales, que no pagaban una renta y les trabajaban a las monjas, y a su vez las hermanas les daban la oportunidad de estudiar y tener una vida más digna del contexto del que venían. Como siempre me gusta estar en movimiento, desarrollé amistad con todas las chicas del convento, y pues la división socioeconómica siempre era muy evidente en el comedor, y entonces siempre me dividía las veces de ir al comedor y sentarme con unas u otras, a veces incluso ayudaba a las hermanas a servir la comida y le decía a todas las que iban por su ración de comida que eran surreales majestades que tenían que ser servidas por un especimen como yo. No se por qué hacía eso, era simplemente el arranque de querer ayudar y romper las barreras sociales (ya que el que fuera tan evidente ahí dentro a veces me partía el corazón) y por este tipo de acciones era curioso que hasta las mismas hermanas me llegaron a preguntar si quería ser monja, que veían mucha bondad en mí, la verdad nunca quise, incluso llegué a raparme y tener un mohicano de 30cm de altura viviendo con ellas y aún así ellas me estimaban mucho, a la vez era una época de mucho alcohol en mi vida y en dónde comenzaba una fuerte depresión relacionada al cáncer que estaba amenazando la vida de mi papá, con su enfermedad me volví alcoholica como 4 años. Perdí mis habilidades musicales, estuve completamente en la desesperación y perdida, pero en esta sección no es hablar sobre eso, es hablar de una chica que sigue en mi memoria y la considero como parte del viaje de la vida, alguien que se atrevió a romper barreras y a seguir adelante con una vitalidad hermosa.
Su nombre era Jess, por lo general la mirabas en la recepción del lugar, atendiendo a quienes entraban, luego barriendo o trapeando. Su físico era muy particular, no tenía una pierna, siempre andaba con una muleta, la mitad de su rostro estaba desconfigurado y tenía una especie de parálisis cerebral que le impedía ciertos movimientos, aún así era muy lúcida e inteligente, una mano le funcionaba bien, la otra tenía pocos dedos y todo el brazo era comparablemente más pequeño que el que se veía normal, se veía el esfuerzo que ella hacía para cargar los baldes de agua cuando trapeaba, pero lo hacía con el desarrollo de la fuerza que tenía con el brazo que funcionaba bien. Una vez en el comedor, estábamos sentadas en la misma mesa, se platicaba un tema relacionado a la sobrevivencia, al superarse a sí misma, a la resilencia, en algún momento ella hizo un comentario muy fuerte que atrapó la atención de todas que era:
– yo entiendo todo lo que dicen, lo entiendo perfectamente, ustedes no tienen ni idea de lo que es salir adelante, dónde vengo yo –
después de eso, hubo un silencio incómodo, todas concentradas observándolas con los ojos exaltados porque era la primera vez que ella se manifestaba de esa manera, y nos contó su historia:
Cuando nací, toda mi familia dijo que yo era hija del diablo, porque me faltaba la mitad del cuerpo, era deforme y casi no me podía mover. Aprendí a caminar sola a los diez años, antes de eso siempre me arrastré como un gusano porque nadie en mi casa quiso ayudarme, siempre me decían comentarios de por qué había nacido, de que yo era hija del diablo, era muy doloroso que me dijeran eso, durante en mi infancia caí varias veces en coma por haberme caído de una forma muy sencilla o por ir al baño. También viví multiples intervenciones quirúrgicas por si llegaba a tener algún problema con mi fiisionamía y mientras seguían reprochándo el por qué había nacido, nunca me dejaron estudiar porque no me veían posibilidad alguna de desarrollo, yo crecí en un pueblo muy pequeño, muy cerca del Pico de Orizaba.
Como mi familia era cristiana, a los 11 años tuve la oportunidad de conocer a un pastor que llegó al pueblo a vivir, él era una persona muy noble y buena, que me empezó a ayudar y platicaba mucho conmigo. En algún momento el pastor me preguntó cuando yo tenía como 13 años, qué era lo que yo realmente quería hacer en la vida, y le respondí, mi sueño más grande en la vida es saber qué hay detrás de las montañas de este pueblo, es moverme, es conocer otros lugares, otras posibilidades, después de eso, él me preguntó de qué manera podía ser posible, y le dije que quería estudiar, que quería defender los derechos de la gente débil. A partir de los 13 años empecé a estudiar la primaria, luego pasé a por la secundaria, hasta que finalmente terminé la preparatoria y todo gracias el pastor que siempre estuvo alado de mí. Cuando terminé la preparatoria, se me hizo realidad cruzar la montaña, y decidí venir a la Ciudad de México a estudiar Derecho en la UNAM. Ahora estudio ahí, y llegué con las hermanas, a pesar de que no profesamos la misma religión, ellas me han apoyado, al igual que el pastor quien es el que sigue sosteniendo mis estudios en la actualidad.
– Al escuchar esta historia, todas quedamos muy tocadas, impactadas, algunas con lágrimas en los ojos y agradeciéndole a Jess que nos compartiera su vida, y en ese momento algo cambió en mí por ella que detonó una admiración muy grande por todo su ser y su fortaleza.